domingo, 1 de febrero de 2015

La negra

Estoy harta de los insultos, de las palizas y los insultos. No estoy dispuesta a tolerarlo más. No puedo, ni por mí misma ni por mis niñas. Tengo que deshacerme de él. Ya pensaré en alguna excusa si me preguntan dónde está. Pero, ¿y el cuerpo? En la cocina hay una enorme olla al fuego. Me parece que mañana los clientes del restaurante se ocuparán de ocultar las pruebas... otra vez.

El reflejo en el espejo

Ay, si tan sólo yo fuera el hombre del espejo y él viniera aquí a ocupar mi lugar... igual que hice yo.

El puente

Los papeles del juzgado que me echan de casa descansan sobre la mesa. En el televisor mi puesto de trabajo se va al otro lado del mundo sin mí. La madre de mi hija promete que nunca sabrá quién soy yo. La compañía energética corta la luz y yo cierro los ojos.

Cuando mis pies despegan de la barandilla del puente, descubro lo equivocado que estaba. Todos mis problemas anteriores nunca llegarán a ser tan importantes como el reto que se abre ahora ante mí. Mis esfuerzos deben centrarse en sobrevivir.

Agua. Frío. Oscuridad. Nadar. Luchar. Respirar. Recupero el control de mi vida.

Dime por qué

El autobús paró cerca del río. Los niños no paraban de gritar y jugar despreocupados. Nunca paraban. Aquella alegría desmesurada se transformó en sorpresa y horror cuando el gran vehículo amarillo entró en el agua. El conductor los despedía desde la orilla mientras pensaba qué diría a la policía.

Espero que sepas mi nombre

El autobús paró cerca del río. La puerta se abrió. Tal y como le habían indicado, el conductor salió corriendo hasta que su silueta se perdió en el horizonte. Los únicos pasajeros bajaron del vehículo y se acercaron a la orilla. El líder del grupo fue el único en hablar: "Bueno, chicos, nuestro trabajo aquí ha terminado." Todos sonrieron satisfechos y cerraron los ojos. Sus satánicas majestades se despidieron de este mundo en una vorágine de fuego, humo y punteos de guitarra.

El asesino

¿Dónde estarán tus besos y tus caricias? ¿Dónde estarán tus deseos y tus sueños? ¿Dónde estarán tu sonrisa amable y tu carcajada alegre? ¿Dónde estarán ahora que no estás?

Grito, pregunto, grito y pregunto al bastardo que te llevó de mi lado, mientras mis manos estrujan su garganta en busca de una respuesta.

Pero ni siquiera él lo sabe.

La despedida

Fue la última vez que le vi. Llevaba un traje gris marengo y una corbata azul tinta. Me parecía altivo y elegante, como un pavo real. No había olvidado su viejo reloj, una obra de arte diseñada por algún maestro relojero ya fallecido. Sus zapatos, caros, siempre caros, brillaban casi tanto como sus gemelos de brillantes. Sus profundos ojos verdes me miraban intensamente la última vez que le vi. Sus ojos verdes me interrogaban cuando lo empujé cornisa abajo.