jueves, 6 de noviembre de 2014

1936

Parecía no conocerme. Parecía no recordar aquellas tardes juntos en un café, cambiando el mundo. O aquel verano que los cuatro amigos fuimos al lago y nos retamos a saltar desde el viejo roble. Sólo él fue capaz. Escaló hasta la rama más alta y se lanzó en vuelo perfecto. Al regresar de aquella excursión, todos se habían prometido amistad eterna. Y entonces recordó: lo pudo ver en su mirada. Sus ojos, abiertos, sorprendidos, al darse cuenta que ya había apretado el gatillo.

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